jueves, 23 de octubre de 2008

Llegaste al final, ya no volves más.

Presentimiento de un final... ni querido ni esperado, un final. Y parece que de eso se trata: de comienzos y finales. Algo que empieza termina como algo que nace, muere. Pero que hacer cuando no queremos finalizar, cuando no queremos que llegue el final... nada. Porque ¿que podemos hacer si el final ya esta escrito? Resignarnos. Nada es fácil, nadie te regala nada. Atravesar un obstáculo se convirtió en ver como salimos vivos de un apuro. Sin heridas, sin lastimarnos, sin involucrarnos del todo. ¡Qué fácil suena! Imposible no salir heridos... cualquier situación por mas mínima: duele. Un rechazo, una espera, una frustración... ¡duele! Y cómo duele... Porque nos dirán que ya somos mayores, si todavía en el fondo sabemos que somos solo nenes y nenas jugando a madurar. Somos grandes para tomar responsabilidades, cuidarnos, colaborar en casa, etc, etc, etc... pero nuestra alma todavía anhela ser pequeña y ante esa herida recibida, encontrar el consuelo de mamá o papá. Con finales o sin finales, cuesta sobrevivir.
Si se acerca el final, prefiero apagar la tele... no tengo ganas de verlo.

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